Antártida


 

Cuatrocientas treinta millas al sur del Cabo de Hornos, confinado por mares borrascosos e islas abruptas, suspendido entre montañas escarpadas, acantilados y ventisqueros sin fin, bajo un firmamento que el sol clarea breves días en el año, desolado por el huracán, lejos muy lejos de la confluencia donde los Océanos Pacífico y Atlántico circunvalan los términos más australes del planeta, duerme, cubierto de perpetua nieve, el Continente Blanco. Es la más encumbrada meseta de todo el mundo y cubre catorce y medio millones de kilómetros cuadrados con su territorio que se circunscribe en torno del polo antartico y que es tierra firme —no mar, como el polo ártico, su antípoda. Yace, despoblado y en silencio que sólo turban rara vez el crepitar de los glaciares, el estruendo de las olas y del viento, el ir y venir de cetáceos y monstruos marinos, el vuelo de bandadas migratorias y la audacia de unos cuantos pescadores arrojados y balleneros temerarios. De tiempo en tiempo flamean, como eternos centinelas, ígneos penachos del "Erebus" y del "Terror".

Los seis días del Génesis no cuentan, al parecer, cabales en el panorama intimidante y severo de la Antártida. ¿Será que la vegetación y la vida pasaron por sus áreas y que su continente ya gozó muchos siglos ha brillante etapa de luz y de calor ? ¿Y será que en su seno escóndense, petrificados y convertidos en minerales y petróleo, lignitas y carbón, los detritus de una geología remota, prehistórica, que fué risueña y opulenta?

¡Misterios fascinantes! La ciencia procura hoy mismo penetrar sus secretos, fijar sus intimidades, medir sus magnitudes. Hasta ahora ni exploradores ni sabios logran definirlos.

Desde cuatro siglos y un cuarto hace, cincuenta osados expedicionarios castellanos, chilenos y argentinos, británicos, holandeses, rusos, franceses, norteamericanos, noruegos, alemanes, escoceses, se han internado en sus laberintos. Muy pocos han permanecido una corta estación entre sus hielos. Algunos pagaron su heroísmo con sus vidas. Tres, sólo tres: Amundsen en 1911, Scott el año siguiente, y Byrd en 1929, alcanzaron su gloriosa meta, el polo sur.

Y bien, ese continente en general deshabitado y estéril, yerto y en todas sus partes inhospitalario, ¿se puede adquirir por las naciones?

Y si es adquísible, ¿cómo se le apropia? Y aquellas de sus tierras, islas, mares y regiones continentales que Chile ha incorporado a su soberanía ¿son legítima y verdaderamente chilenos y parte integrante del territorio nacional.

                                       

 Antonio Huneeus Gana, Antártida

                                       

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