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La pérdida del Antarctic

 


Nuestra suerte era fatal: el Antarctic se amarró a un gran trozo flotante de hielo y pronto empezamos a trabajar. Todos se comportaron valientemente. Ropa, bolsas, cajones, barriles, latas de todas formas y tamaños se descargaron sobre aquel trozo de hielo. Como a las 8 de la mañana estuvimos listos y nos juntamos en la cámara para despedirnos del buque.

El Antarctic va a quedar enterrado en las regiones cuyo nombre lleva. Todavía no podíamos resignarnos a comprender que efectivamente, debíamos separarnos para siempre de él.

La bandera sueca fue izada en el palo trinquete y los gallardetes en el palo mayor y mesana.

Creímos que se iba a ir de pique muy pronto, pero al contrario, bajó lentamente. El piloto fue a bordo. Habíamos cortado las amarras; así es que la corriente lo había alejado un poco del trozo de hielo. Observé que el agua había subido hasta el salón, donde las sillas y demás objetos estaban flotando.

Nos reunimos sobre el trozo de hielo esperando el fin. Era como estar sentado al lado de la muerte, y todos se sentían muy emocionados. La máquina empezó a andar más despacio, como también el guinche, porque el fuego de las calderas se había extinguido. En un momento pareció sumergirse primero la proa, pero de pronto se hundió la popa y pedazos de hielo y agua pasaron por sobre las barandas de cubierta.

En ese momento la bandera se hundió en las olas, pues el buque se fue a pique verticalmente. La mesana pegó sobre el trozo de hielo donde estábamos y se quebró. El palo mayor se partió en dos pedazos y el barril de observaciones azotó el borde de hielo y se rompió. El gallardete con el nombre de Antarctic desapareció. Todavía podía leerse en la proa, pero enseguida también se perdió de vista.

Eran las 12:45 pm. Entonces llegó lo terrible. Solos, a cientos de millas de distancia de los países civilizados, en un trozo de hielo movedizo, sin saber si al día siguiente nos hallaríamos con vida o en el fondo del mar, nuestra situación era verdaderamente desesperada, y solamente después comprendimos su magnitud.

¡Cuántas riquezas hemos perdido! Rarísimas colecciones están en el fondo del mar, fruto de muchos trabajos, que constituían nuestra alegría y nuestro orgullo. Esperábamos volver con ellas a la patria, al lado de nuestros queridos seres, que ansiosamente esperaban nuestro regreso.

Fue menester recobrar todo nuestro valor y olvidar en lo posible lo pasado.

Debíamos luchar contra todos los elementos y conservar la vida, ante todo, para probar al mundo que no es tan fácil deshacernos de nosotros.

 

Carl Scottsberg, La pérdida del Antarctic (12 de febrero de 1903)1

 

Libro

 

                                                 Hundimiento del Antarctic

 

 
El Antarctic desaparece

 


1  Texto incluído en Dos años entre los hielos 1901-1903 de José M. Sobral