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Antarktos

 


 

Antarktos

 

En lo profundo de mi sueño el gran pájaro susurraba extrañamente

acerca del cono negro de los desiertos polares,

que se alza lúgubre y solitario sobre el casquete glaciar,

azotado, desfigurado, por eones de frenéticas tormentas.

Allí no palpita ninguna forma de vida terrestre;

sólo pálidas auroras, soles mortecinos,

que brillan sobre ese peñón horadado, cuyo origen primitivo

intentan adivinar, a oscuras, los Antiguos.

 

Si los hombres lo vieran, se preguntarían entonces:

qué raro capricho de la Naturaleza contemplo;

pero el pájaro me ha hablado de lugares más vastos

que meditan, escondidos, bajo la espesa mortaja de hielo.

¡Dios ayude al soñador cuyas locas visiones le muestren

esos ojos muertos engastados en abismos de cristal!

 

H.P. Lovecraft

 

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Antarktos

 

Deep in my dream the great bird whispered queerly

Of the black cone amid the polar waste;

Pushing above the ice-sheet lone and drearly,

By storm-crazed aeons battered and defaced.

Hither no living earth-shapes take their courses,

And only pale auroras and faint suns

Glow on that pitted rock, whose primal sources

Are guessed at dimly by the Elder Ones.

 

If men should glimpse it, they would merely wonder

What tricky mound of Nature's build they spied;

But the bird told of vaster parts, that under

The mile-deep ice-shroud crouch and brood and bide.

God help the dreamer whose mad visions shew

Those dead eyes set in crystal gulfs below!

 

H.P. Lovecraft 

 

Revista 

 


 

 

En las montañas de la locura

 

En las montañas de la locura

Novela gráfica

Adaptación de la novela de H.P. Lovecraft

Traducción: Ash GB Williams

Maquetado: Huascaj

Corrección: Cyanj

Texto adaptado e ilustrado por I.N.J. Culbard

Editado por Sterling New York

Edición española por

 

Expedición Miskatonic septiembre de 1930, la cual buscaba establecer si la Antártida es un continente o tal vez dos. En noviembre del mismo año, en la base instalada a más de 100 kilómetros del glaciar Beardmore, en una meseta descubierta por Shackleton y recorrida posteriormente por Scott, son halladas unas pizarras con extrañas marcas triangulares y estriadas.

¿Por qué el profesior Dyer permite que Lake y Pabodie se dirigan hacia el oeste del campamento utilizando los cuatro aviones de la misión?

¿Por qué luego es necesario mandar una misión de rescate?

¿Por qué la misión de rescate encuentra restos humanos adheridos a restos caninos?

¿Qué son aquellos especímenes encontrados con cabeza en forma de estrella?

¿Quienes habitaron aquella ciudad hallada entre los hielos y por qué la abandonaron?

 ¡¡Tekeli-li!! ¡¡Tekeli-li!! ¡¡Tekeli-li!!

 Cómic


 









Narración de Arthur Gordon Pym

 

 

Edgar Allan Poe

Narración de Arthur Gordon Pym

Novela Gráfica 

Adaptación de Manuel Morini

Iustraciones de Enrique Alcatena

Editado por Latinbooks ,2015

Creación y realización por Cypres S.A.

Argentina

 

Una adaptación del relato de Edgar Allan Poe para el joven lector no iniciado en la Literatura o en el hábito de leer, contiene además un recuento sucinto sobre la historia de la exploración Antártica. El Capítulo 7 ha sido titulado La Esfinge de los Hielos, una frase que no se encuentra en el texto original de Poe, pero es posible hallarla en la novela de Jules Verne que lleva el mismo título, la cual se constituye como una continuación o secuela del relato de Arthur Gordon Pym. Del mismo modo, en dicho capítulo, se mencionan las tierras de la locura, quizá en referencia a otra secuela escrita por H.P. Lovecraft, Las Montañas de la Locura. Por ello, me resulta incompresible y sorprendente que las palabras Tekeli-li no aparezcan por ningún lado a largo de toda la novela gráfica. A pesar de ello, no deja de ser una lectura muy agradable.

 

 




 


 


 




El Sello de R'lyeh

 

 

No sé el tiempo que permanecí en ese lugar. Allí, al borde del agua, con el sello de R'lyeh en mi dedo, percibí en la profundidad de las aguas un rebullir de vida que provenía no de la misma caverna, sino del exterior, o sea de la mar abierta, lo que me hizo pensar en la existencia de alguna comunicación. Esta comunicación estaría bajo la superficie ya que, como pude comprobar a la luz de las cerillas, las paredes de la caverna eran de sólida roca sin grietas ni hendiduras. Por consiguiente, tenía que haber una comunicación con la mar y yo debía encontrarla sin demora.

 

Subí de nuevo las escaleras, cerré la abertura, cogí el coche y salí rápidamente para Boston. Volví ya de noche con una escafandra y una botella de oxígeno, dispuesto a sumergirme al día siguiente. No me quité ya la sortija, y aquella noche soñé con remotas edades de sabiduría, con ciudades que se alzaban en fabulosos rincones de la tierra: la desconocida Antártida, las regiones montañosas del Tíbet, las insondables profundidades de la mar...

  

August Derleth, El Sello de R'lyeh

 

Libro


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El horror sobrenatural en la literatura

 

 

¿Quién puede olvidar el tremendo buque suspendido al borde de las olas abismales en El manuscrito hallado en una botella: la sugerencia sombría de sus monstruosas dimensiones y su diabólica antigüedad, su siniestra tripulación de grises e inauditos hombres barbados, y su navegación a toda vela hacia el sur, entre los hielos de la noche de la Antártida, impulsado por una infernal e irresistible corriente hacia un torbellino de claridad demencial que puede ser su perdición?

(…)

En la Narración de A. Gordon Pym, los viajeros llegan primero a una extraña tierra del polo sur habitada por salvajes asesinos, donde nada es blanco, y donde los vastos barrancos rocosos cobran la forma de unas titánicas letras egipcias que expresan los primitivos misterios de la Tierra; y luego llegan a un país misterioso aún donde todo es blanco, con unos gigantes cubiertos de un sudario y unas aves de níveas plumas que custodian un salto de agua secreto, que desde las inconmensurables alturas del cielo se precipita en un horrible mar lechoso.

 

H.P. Lovecraft, El horror sobrenatural en la literatura

Libro

 

 



 

 

 

El horror de Dunwich

 

“Hoy aprendí el Aklo para el Sabaoth, pero no me gustó pues podía responderse desde la montaña y no desde el aire. Lo del piso de arriba me aventaja más de lo que pensaba y no parece que tenga mucho cerebro terrestre. Cuando intentó morderme maté de un tiro a Jack, el perro pastor de Elam Hutchins, y Elam dijo que de haber podido me hubiera matado. Confío en que no lo haga. Anoche el abuelo me hizo pronunciar la fórmula mágica Dho y me pareció ver la ciudad secreta en los dos polos magnéticos. Una vez arrasada la tierra iré a esos polos, si es que no logro poner en práctica la fórmula Dho-Hna.”

                                                         

H.P. Lovecraft, El horror de Dunwich

                                                                 


 

 

El horror de Dunwich

 

«Tampoco debe pensarse —rezaba el texto que Armitage fue traduciendo mentalmente—que el hombre es el más antiguo o el último de los dueños de la tierra, ni que semejante combinación de cuerpo y alma se pasea sola por el universo. Los Ancianos eran, los Ancianos son y los Ancianos serán. No en los espacios que conocemos, sino “entre ello”. Se pasean serenos y primigenios en esencia, sin dimensiones e invisibles a nuestra vista. YogSothoth conoce la puerta. Yog-Sothoth es la puerta. Yog-Sothoth es la llave y el guardián de la puerta. Pasado, presente y futuro, todo es uno en Yog-Sothoth. Él sabe por dónde entraron los Ancianos en el pasado y por dónde volverán a hacerlo cuando llegue la ocasión. Él sabe qué regiones de la tierra hollaron, dónde siguen hoy hollando y por qué nadie puede verlos en Su avance. Los hombres perciben a veces Su presencia por el olor que despiden, pero ningún ser humano puede ver Su semblante, salvo únicamente a través de las facciones de los hombres engendrados por Ellos, y son de las más diversas especies, difiriendo en apariencia desde la mismísima imagen del hombre hasta esas figuras invisibles o sin sustancia que son Ellos. Se pasean inadvertidos y pestilentes por los solitarios lugares donde se pronunciaron las Palabras y se profirieron los Rituales en su debido momento. Sus voces hacen tremolar el viento y Sus conciencias trepidar la tierra. Doblegan bosques enteros y aplastan ciudades, pero jamás bosque o ciudad alguna ha visto la mano destructora. Kadath los ha conocido en los páramos helados, pero ¿quién conoce a Kadath? En el glacial desierto del Sur y en las sumergidas islas del Océano se levantan piedras en las que se ve grabado su sello, pero ¿quién ha visto la helada ciudad hundida o la torre secularmente cerrada y recubierta de algas y moluscos? El Gran Cthulhu es Su primo, pero sólo difusamente puede reconocerlos. ¡Iä! ¡Shub-Niggurath! Por su insano olor Los conoceréis. Su mano os aprieta las gargantas pero ni aun así Los veis, y Su morada es una misma con el umbral que guardáis. Yog- Sothoth es la llave que abre la puerta, por donde las esferas se encuentran. El hombre rige ahora donde antes regían Ellos, pero pronto regirán Ellos donde ahora rige el hombre. Tras el verano el invierno, y tras el invierno el verano. Aguardan, pacientes y confiados, pues saben que volverán a reinar sobre la tierra.»

                                                         

H.P. Lovecraft, El horror de Dunwich

                                                                  



The Haunter of the Dark

 

Fue en el mes de julio cuando Blake, según declara él mismo en su diario, logró descifrar el criptograma. El texto estaba en aklo1, oscuro lenguaje empleado en ciertos cultos diabólicos de la antigüedad, y que él conocía muy someramente por sus estudios anteriores. Sobre el contenido de ese texto, el propio Blake se muestra muy reservado, aunque es evidente que le debió causar un horror sin límites. El diario alude a cierto Morador de las Tinieblas, que despierta cuando alguien contempla fijamente el Trapezoedro Resplandeciente, y aventura una serie de hipótesis descabelladas sobre los negros abismos del caos de donde procede aquél. Cuando se refiere a este ser, presupone que es omnisciente y que exige sacrificios monstruosos. Algunas anotaciones de Blake revelan un miedo atroz a que esa criatura, invocada acaso por haber mirado la piedra sin saberlo, irrumpa en nuestro mundo. Sin embargo, añade que la simple iluminación de las calles constituye una barrera infranqueable para él.

 

En cambio se refiere con frecuencia al Trapezoedro Resplandeciente, al que califica de ventana abierta al tiempo y al espacio, y esboza su historia en líneas generales desde los días en que fue tallado en el enigmático Yuggoth, muchísimo antes de que los Primordiales lo trajeran a la tierra. Al parecer, fue colocado en aquella extraña caja por los seres crinoideos de la Antártida, quienes lo custodiaron celosamente; fue salvado de las ruinas de este imperio por los hombres-serpientes de Valusia, y millones de años más tarde, fue descubierto por los primeros seres humanos.

 

H.P. Lovecraft, El morador de las tinieblas

                                          

Libro



1  Aklo: mítico lenguaje inventado por Arthur Machen en El Pueblo Blanco

 

 



La sombra más allá del tiempo

 

 

¿Había dado con todo un mundo primigenio, enterrado bajo las arenas? ¿Sería capaz de encontrar aún la casa del maestro escribano, la torre donde S'gg'ha, cautivo de la raza de carnívoros vegetales de cabeza estrellada, procedente de la Antártida, había labrado ciertas ilustraciones en los entrepaños vacíos de los muros?

                                                        

H.P. Lovecraft, La sombra más allá del tiempo

                                                       

 Libro




 

La sombra más allá del tiempo

 

 

Aun antes de que mi personalidad vigil estudiase los casos similares al mío o los viejos mitos de donde sin duda procedían los sueños, ya sabía yo que los seres de ese mundo onírico pertenecían a la raza más grande del mundo, a la raza que había conquistado el tiempo y había enviado espíritus exploradores a todas las eras del universo. Sabía también que yo había sido arrancado de mi época, mientras un intruso ocupaba mi cuerpo, y que algunos de los demás cuerpos cónicos alojaban mentes capturadas de manera similar. En mis sueños, me comuniqué -mediante el castañeteo de mis pinzas- con los espíritus exiliados que procedían de todos los rincones del sistema solar.

 

Había un espíritu que viviría, en un futuro incalculablemente lejano, en el planeta que llamamos Venus, y otro que había vivido en uno de los satélites de Júpiter hace seis millones de años. Entre los moradores de la Tierra, conocí varios representantes de cierta raza semivegetal y alada, de cabeza estrellada, que había dominado la Antártida paleocena…

                                                          

H.P. Lovecraft, La sombra más allá del tiempo

                                                           

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En las montañas de la locura

 

La conmoción que habíamos sufrido nos transformó en estatuas mudas e inmóviles, y sólo más tarde supimos que en esos instantes habíamos pensado lo mismo. Nos quedamos así durante quince o veinte minutos interminables. La pálida niebla avanzaba hacia nosotros como empujada por una masa voluminosa…De pronto se oyó un sonido que nos hizo olvidar nuestros proyectos anteriores y, rompiendo aquel sortilegio maléfico, nos hizo correr locamente a lo largo de los megalíticos túneles, llegar a la torre circular y subir rápida y automáticamente por la rampa hasta encontrar al fin el aire y la luz del día.

Aquel nuevo sonido no era otro que el atribuido por Lake a las criaturas que había disecado. Se trataba, me dijo Danforth más tarde, del mismo que había oído, aunque más apagado, al nivel de la capa de hielo. Tenía ciertamente una curiosa semejanza con los silbidos del viento en las cavernas. Parecerá pueril, pero añadiré algo más, aunque sólo sea para demostrar de qué modo los pensamientos de Danforth se confundían con los míos. Naturalmente, nuestra interpretación tenía como base lecturas comunes, pero Danforth había sugerido una vez que Poe había debido recurrir a unas fuentes muy poco conocidas cuando estaba escribiendo Las Aventuras de Arthur Gordon Pym. Se recordará que en esa fantástica narración hay una palabra de significado desconocido, pero prodigiosa y terrible, y que gritan las aves gigantes, blancas como espectros, de aquellas malignas regiones antárticas: “¡Tekeli-li! “¡Tekeli-li!”Esto, debo admitirlo, es lo que creíamos oír en aquel grito que venía desde esa niebla blanca.

                                               

H.P. Lovecraft, En las montañas de la locura

                                                

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