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Balada del viejo marinero

 


                                                         ¿Por qué me detienes?

                                                              El invitado de boda

                                                   La novia es roja como una rosa

                                       El barco huyó de la tormenta

                                          Hacía un frío maravilloso

                                          

                                               El hielo estaba por todas partes

                                                      El albatros

                                          Yo le disparé al albatros

                                            Había hecho algo infernal

                                                 Agua, agua en todas partes

                                           Por la noche danzaron los fuegos de la muerte

                                         A nueve brazas de profundidad nos había seguido

                                            El barco de la muerte se acerca

                                            El juego ha terminado

 

                                       Cada uno me maldijo con su ojo

                                        Ningún santo se apiadó

                                         Miré el mar podrido


                                            Y sin embargo no pude morir

                                             La Luna en movimiento subió al cielo

                                               Vi las serpientes de agua
 

                                            La lluvia caía de una nube negra            

      

                                              Todos se levantaron

                                            Las velas hicieron un ruido agradable

                                            Caí herido

 

                                             Dos voces en el aire   

                                                Sin olas ni viento

                                           La sombra de la luna

                                                 En colores carmesí

 

                                                  Una vista celestial

                                               El piloto

                                                 El esquife se acerca

                                        El torbellino

 

                                            Oh, llévame, santo hombre

                                         El extraño poder del habla

 

                                            Conozco al hombre que debe escucharme

                                           Los invitados a la boda

                                   Solitario

                                      El marinero se ha ido

 

 

Libro

 


 


 


 

                                       


 
                  

 

 

 
 


 

 
 

 
 

 

 

 
 


 


 

El peor viaje del mundo

 

 


 

Los mares que teníamos que surcar para llegar a la banca de hielo debían de ser de los más tempestuosos del mundo. Dante nos cuenta que quienes han cometido pecado carnal son azotados por vientos sumamente furiosos en el segundo círculo del Infierno. El infierno correspondiente en la Tierra se encuentra en los mares del sur, que circundan el mundo sin solución de continuidad, azotados por vendavales que corren unos tras otros dando vueltas y más vueltas al planeta de oeste a este. Allí se encuentra uno con los albatros (los enormes viajeros, y también los sombríos y los ojerosos), que vuelan impulsados por estos furiosos vientos con tanta ligereza como Paolo y Francesca, dando vueltas al mundo sin parar. Dudo que se posen más de una vez al año, y cuando lo hacen es para criar en alguna de las islas que hay en estos mares.

 

Existen muchas otras aves marinas hermosas, pero las más hermosas de todas son los petreles de las nieves, los seres más parecidos a las hadas que hay en la Tierra. Completamente blancos y diríase que trasparentes, son los espíritus de la banca de hielos, lugar que, salvo para anidar, no abandonan casi nunca y por el que vuelan «de un lado a otro por separado, en zigzag, brillando sobre el cielo azul cual mariposas blancas o resplandecientes copos de nieve». Luego están los petreles gigantes, cuya coloración constituye un rompecabezas. Unos son casi blancos, otros marrones, y presentan todas los tonalidades que hay entre un color y otro. En general, las formas blancas aumentan a medida que uno avanza hacia el sur. Pero en su caso no rige la habitual teoría del color como forma de protección, ya que no existen enemigos de los que este pájaro deba protegerse. ¿Guardará esto relación con el calor que irradia su cuerpo?

 

Apsley Cherry-Garrard, El peor viaje del mundo

                                  

Libro

 

Paolo y Francesca (La Divina Comedia. Infierno, Canto V. 70-142).

Grabado de Gustav Doré:


 

  

El petrel de las nieves:


 

 




 

 

 

Paraíso Perdido

 

                                                                  Grabado de Gustave Doré

 

 

Más allá del Leteo, se extiende, sombrío y salvaje, un continente helado, combatido por tempestades perpetuas, por huracanes y por un espantoso granizo que no se derrite en la tierra firme, sino que se aglomera en montones, semejantes a las ruinas de un antiguo edificio. En todo su alrededor no se ve más que nieve espesa y hielo, abismo profundo, parecido a las lagunas de Serboniam, que hay entre Damieta y el viejo monte Casio, donde fueron sepultados ejércitos enteros. Un aire seco, aunque helado, abrasa, y el frío produce el mismo efecto que el fuego.

 

Allí las furias armadas de garras, cual las arpías, arrastran en sazón oportuna a todos aquellos réprobos, que alternativamente experimentan la dura transición de cruelísimos contrastes, tanto más sensibles cuanto que se suceden uno a otro. Desde el voraz fuego en que yacen, son transportados a una atmósfera glacial en que se extingue su dulce calor etéreo, y en la que permanecen algún tiempo inmóviles, ateridos de sus miembros todos, para sufrir después nuevo y abrasador tormento. Cruzan yendo y viniendo el estrecho del Leteo, y cada vez se aumenta más su suplicio y son mayores sus ansias; anhelan tocar con sus labios aquella agua que los incita: una sola gota les daría instantáneamente el dulce olvido de todas sus penas y desventuras; y ¡con cuánta facilidad, teniéndola tan cerca!, pero el destino no lo consiente, y para imposibilitar su deseo, les sale al paso Medusa, con su terrible aspecto de Gorgona. El agua huye por sí misma de toda boca viviente, como huyó algún día de los sedientos labios de Tántalo.

 

Errantes y abandonadas de esta suerte en su tumultuosa marcha, las hordas aventureras, pálidas y temblorosas de horror, y con los ojos extraviados, contemplan por vez primera su lamentable destino, y no encuentran un momento de reposo; atraviesan numerosos valles sombríos y desiertos, muchas regiones dolorosas, montañas alpestres de hielo y fuego, rocas, grutas, lagos, pantanos, cuevas, antros y sombras de muerte; universo de muerte, que Dios, en su maldición, creó malo, y bueno únicamente para el mal; universo donde toda vida muere y donde toda muerte vive; en donde la Naturaleza perversa engendra cosas monstruosas, cosas abominables, prodigiosas, inexplicables; peores aún que las inventadas por la fábula o concebidas por el terror: Gorgonas, Hidras y Quimeras espantosas.  

                                                                    

John Milton, Paraíso Perdido

                                                                    

Libro

 



 

La Divina Comedia


                                                                                      Grabado de Gustave Doré

 

 

«El rey con las banderas del infierno

está cercano; mas primero mira,»

dijo el guía, «si ves lo que discierno.» 3

 

Como cuando entre nieblas se respira,

o que al anochecer la luz decrece,

se ve un molino que a lo lejos gira, 6

 

grande fábrica así ver me parece.

Contra el viento que viene, busco abrigo.

Y mi guía a su espalda me le ofrece. 9

 

Estaba (en metro con temor lo digo)

do las sombras se ven en transparencia,

cual paja que el cristal lleva consigo; 12

 

donde entre el hielo sufren penitencia,

de pie o cabeza, en arco contraído

el cuerpo, pies y rostro en adherencia. 15

 

Siguiendo por mi guía conducido,

hasta donde le plugo al fin mostrarme

a la criatura de esplendor perdido, 18

 

me detuvo, y atrás hizo quedarme,

diciendo: «Mira a Dite; es el momento

de que tu pecho de energía se arme.» 21

 

Como quedara helado y sin aliento,

no preguntes, lector, ni yo lo escribo,

pues que todo decir es vano intento. 24

 

No estaba muerto, mas no estaba vivo,

y puede imaginarse un ingenioso,

lo que es un semi-muerto y semi-vivo. 27

 

El que impera en el reino doloroso,

está en el hielo, a medias soterrado;

y más bien me igualara yo a un coloso, 30

 

que un gigante a su brazo desdoblado.

¡Cual sería de pies a la cabeza

su gigantesco cuerpo levantado! 33

 

Si su fealdad iguala su belleza

cuando contra el Criador alzó los ojos,

¡razón hay de llorar en la tristeza! 36

 

¡Oh! ¡qué gran maravilla en sus despojos,

cuando le vi tres caras en la testa!

Una delante de colores rojos, 39

 

y otras dos, ayuntadas con aquesta,

que desde el medio de cada ancha espalda

se reunían en lo alto de la cresta.42

 

La diestra, era entre blanca y entre gualda,

y la izquierda, cual son tales y cuales,

los que del Nilo nacen a su falda.45

 

Llevan las tres, dos alas colosales,

cual de tamaño pájaro en el vuelo.

¡Jamás el viento infló velas iguales! 48

 

Eran sin plumas, mas tenían pelo:

¡Murciélago infernal! ¡con que aventaba

tres vientos varios de perenne hielo, 51

 

con que el Cocito todo congelaba!

por seis ojos y seis mejillas llora,

y mezcla el llanto a sanguinosa baba. 54

 

En cada boca un pecador devora,

con sus colmillos, de espadilla a guisa:

de un alma es cada boca torcedora. 57

 

La del frente, algo menos martiriza,

pero su garra, cual de acero dura,

la piel hace pedazos triza a triza. 60

 

«Aquel que sufre la mayor tortura,»

dijo el maestro, «es Judas Iscariote,

cabeza adentro y piernas en soltura. 63

 

De esos cabeza abajo, en otro lote,

el que penda del negro befo, es Bruto,

que sufre sin que el labio queja brote.66

 

El otro es Caeio, fuerte como enjuto.

Mas ya la noche viene y es la hora

de la partida, en la mansión del luto.» 69

 

Me abracé de mi sombra protectora,

y al tentar Lucifer un nuevo vuelo,

pisó el lomo con planta previsora: 72

 

y en seguida, pisando pelo y pelo,

de vello en vello descendiendo fuimos,

entre la helada costra y denso pelo. 75

 

Cuando al anca del monstruo descendimos,

en donde el muslo a compartirse empieza,

en angustia, mi guía y yo nos vimos, 78

 

él puso el pie do estaba su cabeza,

y del pelo se asió, cual si volviera

una vez más al antro más apriesa, 81

 

«¡ Guarda!,» dijo, «¡ que no hay más escalera!»

como hombre que perdiese ya el aliento,

«¡Partir conviene de mansión tan fiera!» 84

 

Por peñasco horadado en su cimiento,

salió, y al deponerme al otro lado,

me dio la explicación del movimiento. 87

 

Alcé los ojos, y quedé asombrado

al ver arriba al infernal coloso

que las piernas había trastornado. 90

 

Cual yo quedé confuso y afanoso,

puede pensarlo el vulgo que no entiende,

como salí, del paso trabajoso. 93

 

«¡De pie!», dijo el maestro, «que aun se extiende,

en larga vía, el áspero camino,

y ya a la media tercia el sol asciende.» 96

 

No era, por cierto, un sitio palatino,

aquel recinto, triste y desolado,

sin luz, y el suelo duro y salvajino. 99

 

«Al dejar el abismo condenado.»

poniéndome de pie, dije a mi guía,

«sácame del error que me ha turbado.102

 

«¿Dó está el hielo? ¿Cómo ese que se erguía,

nos muestra su estatura trastornada?

¿Cómo la noche se convierte en día?»105

 

Y él a mí: «Tu cabeza preocupada,

estar piensa en el centro en que me viste

asir el pelo del que al mundo horada. 108

 

«Mientras que yo bajaba, allí estuviste,

y al revolverme, descendiste, al punto

que todo peso atrae de cuanto existe.111

 

«Ahora, de otro hemisferio te hallas junto,

que es por la tierra santa cobijado,

bajo de cuya cima fué consunto 114

 

«EL que nació y viviera sin pecado:

tienes los pies sobre la estrecha esfera

que la Judeca forma al otro lado: 117

 

«aquí amanece; allá la sombra impera;

y este que por escala nos dio el pelo,

está lo mismo que antes estuviera. 120

 

«A esta parte cayó del alto cielo,

y la tierra, al principio dilatada,

con espanto, tendió del mar el velo,123

 

«y a este hemisferio vino arrebatada;

y dejando vacío el centro roto

aquí formó montaña levantada; 126

 

«y abajo, allá, de Belzebut remoto,

del largo de su tumba una rotura,

que no se ve, más que cercana noto 129

 

«por el son de arroyuelo que murmura,

bajando lento con andar tortuoso,

y en la roca ha cavado su abertura.» 132

 

Entramos al camino tenebroso,

para volver a ver el claro mundo,

y sin cuidarnos de ningún reposo, 135

 

subimos, él primero y yo segundo,

basta del cielo ver las cosas bellas,

por un resquicio de perfil rotundo, 138

a contemplar de nuevo las estrellas.

 

Dante Alighieri, La Divina Comedia. Infierno, Canto XXXIV. 

Libro