Viernes 19 de enero.- Almuerzo. Temperatura: -30,3°. Poco después de la partida hallamos un montículo noruego y nuestras propias huellas; las seguimos hasta la siniestra insignia negra que nos anunciará la victoria de Amundsen. Nos llevamos este estandarte y su asta para utilizarla como palo en el velamen del trineo. Actualmente hemos acampado sobre nuestras huellas a 2.400 metros, aproximadamente, de allí. Por el momento, pues, no hay más datos de los noruegos.
La meseta ofrece ondulaciones pronunciadas en esta latitud, más acusadas hoy que cuando marchábamos hacia el Polo.
Campamento de noche (R.2) Altitud: 2.810 metros. Temperatura: -28°; mínima: -30,1 °. Durante tres horas esta tarde, al comienzo, marcha fácil; después, hacia el fin de la etapa, durante hora y media, penosa.
Muy curioso el cielo. Densas nubes de nieve viniendo del sur pasan sobre nuestras cabezas produciendo una luz deficiente; a cada instante se funden en ligeros chaparrones y, en los intervalos, el sol aparece y el viento cambia al SO. El arrastre comienza a ser laborioso a lo largo de la última hora, aunque el trineo sea liviano y el viento hinche la vela, tanta nieve fresca vuelve mala la pista. Nuestras antiguas huellas han sido borradas por zonas y en su lugar se han formado sastrugi dentados. El viento juega con la nieve polvo como arena. ¿Cómo se explica que los surcos dejados por nuestro trineo, sólo tres días antes, hayan desaparecido en parte, mientras que los de los noruegos, de un mes, permanecen visibles?