Mostrando entradas con la etiqueta Alejandro Luis Acobino. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Alejandro Luis Acobino. Mostrar todas las entradas

Continente Viril, Pieza bizarra para cuatro hombres feos

 


 

EN LAS PINGÜINERAS DE LA MUERTE

(Exterior, ruido de viento y de pajarracos)

SARGENTO-Acá fue el último suicidio. Se juntaron en este risco como doscientos o trescientos pingüinos con cría y todo, se fueron poniendo en fila y ahí nomás, ordenaditos por famila se fueron tirando. La mamá, el papá y los polluelos. Algunos quedaron reventados en las rocas, pero no se vaya a creer que por mucho tiempo. No, porque acá loque no se lo traga el hielo o se lo traga algún bicho. Al ratito nomás que se tiraron la costa se llenó de orcas, lobos marinos y petreles muertos de hambre que no dejaron ni una pluma. A nosotros nos costó horrores agarrar algo.

CIENTIFICO- ¿Rescataron algún cadáver?

SARGENTO-Algunos que le dimos a los perros, porque para comerla uno es una carne asquerosa, tiene gusto a jabón. ¿La probó alguna vez?

CIENTIFICO- No.

SARGENTO- La alita no es mala pero el resto... Ahora los huevos se dejan comer...

CIENTIFICO- Volviendo a los suicidios, ¿notó algo raro, algo peculiar en el comportamiento de los pingüinos?

SARGENTO-Si, se mataban...

CIENTIFICO- Digo, algo más...

SARGENTO- No, aparte de eso se los veía muy tranquilos... Como los de esa pingüinera,

¿los ve? (Miran a lo lejos.)

CIENTIFICO- Si...

SARGENTO- Eran del mismo tipo y todo, pingüinos de barbijo.

CIENTIFICO-¿Le molesta si hecho una ojeada?

SARGENTO-Vaya nomás.

CIENTIFICO- (al grabador) Estoy frente a una colonia de Pygoscelis Antarticus, también llamados pingüinos de barbijo. Hace escasos dos meses registrose aquí el último suicidio colectivo. Nada parece indicar evidencia alguna de la automasacre, salvo los nidos vacíos mudos testigos de la catástrofe. Sin embargo solo trescientos metros de distancia una pingüinera acaso gemela increíblemente rebosa de vida. Trescientos metros separan la vida de la muerte.

(A BENITEZ) Una pregunta, Benítez; ¿podemos ir a la pingüinera de al lado?

SARGENTO- ¿La de los pingüinos vivos?

CIENTIFICO-Si.

 SARGENTO-¿Sabe lo que pasa?, que no está en nuestro territorio.

CIENTIFICO- ¿Ah no?

SARGENTO- No, esa pingüinera está en litigio entre Noruega, Inglaterra y no sé que otro país.

CIENTIFICO-¿Usted quiere decir que solamente se suicidaron los del lado argentino?

SARGENTO-Afirmativo. Es más, que yo sepa en ningún otro sector hubo suicidios.

CIENTIFICO- ¿Cómo?

SARGENTO-Si, parece que es un problema de los pingüinos argentinos nomás.

CIENTIFICO- (al público) Estoy anonadado. Lo que está pasando aquí constituye una instancia sin precedentes en los anales de la investigación científica. Tal vez un punto de inflexión. Quizá un vacío. Por alguna incomprensible razón la Madre Naturaleza está acatando las fronteras geográficas marcadas por el hombre.

En este momento en el que la oscuridad invade mi mente, una frase retorna a mi memoria tras asombrosa pirueta sináptica: "La ansiedad es una congoja mental ante una frustración anticipada."

¿La Rochefoucauld? ¿Lichtenberg? ¿Dale Carnegie...? Inútil recordar el autor...

Pero nada como esta frase podría expresar mejor mis actuales sentires.

 

Alejandro Luis Acobino, Continente Viril, Pieza bizarra para cuatro hombres feos

Libro