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Polo Sur Magnético (16 enero 1909)

   

Douglas Mawson, Edgeworth David y Alistair Macka, 16 de enero de 1909, Polo Sur Magnético, Antártida.

 

 

Los científicos del Nimrod buscan su propio Polo

 

Mientras en la primavera austral de 1908 el equipo de Shackleton avanzaba hacia el Polo Sur Geográfico, otro equipo de la expedición, formado por tres científicos (Douglas Mawson, Edgeworth David y Alistair Mackay), emprendía un viaje de unos 1600 kilómetros, la gran mayoría sobre terreno completamente desconocido, para alcanzar el tan ansiado Polo Magnético Austral[9]. Puesto que todos los caballos se estaban utilizando en el otro viaje, tendrían que tirar ellos mismos de sus trineos cargados con el equipo y las provisiones. Aunque sus instrumentos les indicaban que su objetivo se encontraba en el interior, sobre la meseta situada a 3000 metros de altura descubierta en la expedición del Discovery, decidieron, para ahorrarse provisiones, avanzar la mayor distancia posible por la costa, puesto que así podrían alimentarse de las focas y pingüinos que cazasen. Durante más de dos meses caminaron lenta y trabajosamente hasta que sus instrumentos les indicaron que estaban frente al Polo Magnético, a unos 350 kilómetros de distancia tierra adentro y, abandonando la costa, se vieron obligados a buscar una ruta a través de montañas plagadas de glaciares, que les permitiera subir a la meseta y, una vez en ella, dirigirse a su objetivo.

 

Durante dos semanas ascendieron a través de un laberinto de grietas que les engulleron repetidas veces, salvándose milagrosamente por los arneses que les unían al trineo. Después serían las ventiscas y los vientos helados que provenían de la meseta los que les dificultarían cada vez más el ascenso; además, las raciones con las que se alimentaban eran tan pequeñas y el esfuerzo que realizaban tan grande, que el hambre, al igual que le pasaba a Shackleton y sus compañeros, les hizo hablar y pensar únicamente en comida. Pese a todo siguieron ascendiendo hasta que, aproximadamente cuando Shackleton alcanzaba su posición más al Sur, ellos llegaban a la meseta, que les recibió con temperaturas inhumanas: «Nuestras barbas se congelaban con nuestros pasamontañas y teníamos que arrancar nuestros pelos de raíz para separarlas» (Shackelton, 2000: 347). Desde allí siguieron en dirección al Polo Magnético que, según las medidas y los cálculos que diariamente realizaban, distaba unos 80 kilómetros de su posición. Cuando las lecturas les indicaron que se encuentran a poco más de 25 kilómetros del Polo Magnético, a la mañana siguiente, dejando la mayor parte del equipo atrás, iniciaron una rápida marcha de varias horas hasta que al fin lograron su anhelado objetivo.

 

El momento era histórico y emocionante, habían pasado setenta y ocho años desde que su compatriota James Ross hubiese plantado la bandera de la Union Jack en el Polo Magnético Boreal y ahora ellos la iban a plantar en el Polo opuesto, pero, como reconocerían en sus diarios, estaban demasiado cansados para ser conscientes de su propio triunfo. El esfuerzo físico realizado había sido enorme; el sol, el frío y el viento les habían castigado severamente los ojos, la cara y las manos; tenían la piel de los labios tan cuarteada que todas las mañanas se despertaban con la boca pegada por la sangre coagulada, y tanto el beber como el comer les suponía un auténtico tormento. Pero lo peor era que ahora debían retroceder unos 400 kilómetros en unas dos semanas para poder alcanzar a tiempo el punto acordado con el barco que les recogería.

 

Como le había pasado a Shackleton, el viento frío, que antes tuvieron de frente, ahora se convirtió en su aliado y avanzaron con más rapidez de la prevista, lo que incluso les permite aumentar sus raciones de comida. Finalmente llegaron a tiempo a la cita con el barco. En los cuatro meses que habían estado fuera, recorrieron más de 2000 kilómetros por uno de los más fríos lugares del planeta. Tiempo después uno de ellos comentaría que si hubieran utilizado perros, a los que podrían haber alimentado con las abundantes focas que encontraron en la costa, podrían haber hecho el viaje «en la mitad de tiempo» (VV. AA., 1990: 179).

 

Los resultados de la expedición de Shackleton no podían haber sido más espectaculares; además de un trabajo geológico y meteorológico de gran interés para la ciencia, habían alcanzado el casi mítico Polo Magnético Austral y habían llevado a cabo la marcha más profunda en la Antártida en busca del Polo Sur Geográfico. Una auténtica hazaña durante la cual había tenido que localizar una ruta segura cuando aquella gigantesca cadena montañosa le cerró el paso, y después, al alcanzar la cumbre, había descubierto que por delante se extendía la meseta más alta e inmensa del planeta, donde evidentemente se encontraba el Polo Sur. El gran «Shack» había abierto el camino al Polo y se había quedado a menos de una semana de marcha de alcanzarlo. «Pero esto no es el Polo» (Shackelton, 2000: 217), escribiría él mismo con amargura y desilusión cuando se vio obligado a dar la vuelta para salvar la vida de sus hombres.

 

Javier Gómez Cacho, Amundsen - Scott, duelo en la Antártida: La carrera al Polo Sur

 

[9] A mediados del siglo XIX tres países, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, organizaron expediciones dirigidas por Wilkes, d’Urville y Ross, respectivamente, para tratar de localizar el Polo Magnético del hemisferio sur, sin que ninguna lograra su objetivo.