Misión Antártica

 


Lefranc: Misión Antártica

Historieta

Dibujos y guión de Jacques Martin, Christophe Alvès y François Coteggiani

Traducción por José Miguel Verdú

Maquetación por Celia Romero

COEDITUM, 2016

 

Historieta

 

Link tomado del blog: http://howtoarsenio.blogspot.com/2014/04/lefranc.html

 

 


 

 

 





El terror del Polo Sur

 


 

Volaban muy alto, buscando constantemente el buque Tío Penguino.

No lo hacían al ojo desnudo ni siquiera con anteojos, sino con un gran aparato fotográfico especial que penetraba la más densa niebla.

Había señalado la presencia del Tío Penguino al Sur de Buenos Aires, pero los informes de ese género son a menudo muy vagos.

Emplearon dieciséis horas buscando al buque con mayor ahínco de lo que buscaron nada en su vida. Hicieron centenares de las maravillosas fotografías y las estudiaron detenidamente.

Alcanzaron la barrera de hielo en el linde del continente antártico.

En el interior del camarote herméticamente cerrado y adecuadamente ventilado del dirigible, no notaron mucho cambio en la temperatura pero ésta debía ser enorme.

La barrera de hielo que formaba la orilla de las desiertas tierras del Polo Sur era inmensa, centelleante y frígida.

Vieron al buque Tío Penguino por primera vez en el mapa fotografiado de la barrera, dieron media vuelta al dirigible y usaron los anteojos.

—¡Ahí lo tenemos! —declaró finalmente Monk.

(...)

DURANTE una estación cálida y pasada, un campo de hielo consistente en algunos centenares de acres de icebergs se separó de la orilla helada del continente del Polo Sur y la fuerza de las mareas lo mantuvo alejado.

Esta entrada en el hielo presentaba la forma de una herradura de caballo de gran superficie. El agua estaba limpia de hielo, pues el verano del Polo Sur empezaba a la sazón.

El Tío Penguino estaba anclado en la bahía. El dirigible bajó hacia el buque y unos controles automáticos cuidaron de los elevadores y gobernalles, siendo únicamente necesario colocar una palanca indicadora a la altura deseada de una escala dentada para que el dirigible flotara a la misma.

Doc y sus ayudantes miraron por las ventanillas del camarote con sus anteojos. Las ventanillas tenían dos gruesos de cristal irrompible y el espacio entre ambos estaba aislado, como sucede con las paredes de una botella termos. Hacía calor en el interior del camarote.

Nada se movía en la cubierta del Tío Penguino ni en el suelo helado que lo rodeaba.

No subía humo por las chimeneas del buque.

—Se parece a un ataúd puntiagudo en ambos extremos —dijo Monk, refiriéndose al barco.

—Tienes un carácter tan alegre —le dijo Ham—, que alguien haría bien haciéndote saltar la tapa de los sesos.

Doc Savage desenchufó el piloto automático y asumió el mando. Hizo bajar el dirigible a unas cien yardas sobre el buque y lo paró. Miró con ayuda de sus poderosos anteojos.

El aspecto muerto y desolado del buque persistió.

—¡Maldición! —rezongó Monk—. ¿Dónde habrán ido todos?

Trasladaron su atención a la playa. No se veía allí más que hielo y nieve.

  

Kenneth Robeson, Doc Savage: El terror del Polo Sur

 

Libro

 

La pérdida del Antarctic

 


Nuestra suerte era fatal: el Antarctic se amarró a un gran trozo flotante de hielo y pronto empezamos a trabajar. Todos se comportaron valientemente. Ropa, bolsas, cajones, barriles, latas de todas formas y tamaños se descargaron sobre aquel trozo de hielo. Como a las 8 de la mañana estuvimos listos y nos juntamos en la cámara para despedirnos del buque.

El Antarctic va a quedar enterrado en las regiones cuyo nombre lleva. Todavía no podíamos resignarnos a comprender que efectivamente, debíamos separarnos para siempre de él.

La bandera sueca fue izada en el palo trinquete y los gallardetes en el palo mayor y mesana.

Creímos que se iba a ir de pique muy pronto, pero al contrario, bajó lentamente. El piloto fue a bordo. Habíamos cortado las amarras; así es que la corriente lo había alejado un poco del trozo de hielo. Observé que el agua había subido hasta el salón, donde las sillas y demás objetos estaban flotando.

Nos reunimos sobre el trozo de hielo esperando el fin. Era como estar sentado al lado de la muerte, y todos se sentían muy emocionados. La máquina empezó a andar más despacio, como también el guinche, porque el fuego de las calderas se había extinguido. En un momento pareció sumergirse primero la proa, pero de pronto se hundió la popa y pedazos de hielo y agua pasaron por sobre las barandas de cubierta.

En ese momento la bandera se hundió en las olas, pues el buque se fue a pique verticalmente. La mesana pegó sobre el trozo de hielo donde estábamos y se quebró. El palo mayor se partió en dos pedazos y el barril de observaciones azotó el borde de hielo y se rompió. El gallardete con el nombre de Antarctic desapareció. Todavía podía leerse en la proa, pero enseguida también se perdió de vista.

Eran las 12:45 pm. Entonces llegó lo terrible. Solos, a cientos de millas de distancia de los países civilizados, en un trozo de hielo movedizo, sin saber si al día siguiente nos hallaríamos con vida o en el fondo del mar, nuestra situación era verdaderamente desesperada, y solamente después comprendimos su magnitud.

¡Cuántas riquezas hemos perdido! Rarísimas colecciones están en el fondo del mar, fruto de muchos trabajos, que constituían nuestra alegría y nuestro orgullo. Esperábamos volver con ellas a la patria, al lado de nuestros queridos seres, que ansiosamente esperaban nuestro regreso.

Fue menester recobrar todo nuestro valor y olvidar en lo posible lo pasado.

Debíamos luchar contra todos los elementos y conservar la vida, ante todo, para probar al mundo que no es tan fácil deshacernos de nosotros.

 

Carl Scottsberg, La pérdida del Antarctic (12 de febrero de 1903)1

 

Libro

 

                                                 Hundimiento del Antarctic

 

 
El Antarctic desaparece

 


1  Texto incluído en Dos años entre los hielos 1901-1903 de José M. Sobral

Dos años entre los hielos 1901-1903

 



1903 - Año Nuevo

 

 Un año mas pasó a la historia del mundo; un año mas nada es para la humanidad pero tiene su influencia en la vida del individuo.

Dentro del mundo civilizado, se presenta rodeado de gran aparato, de mucho ruido; con algazaras y con músicas empieza su reinado; como no es conocido ¿cómo será este año? se preguntan, y en su presunta bondad, se cifran todas las esperanzas, pues en él se cree, se realizan todas las ilusiones.

Para nosotros1, no entró este Año Nuevo con esa cara de extraño y festivo con que se le ve comunmente; para mí el 1.º de este año, fue un cualquier día del calendario; no le veía ese aspecto lleno de promesas con que se revisten todos los que van a ocupar un alto y nuevo puesto.

En Setiembre, creímos nosotros, que estaríamos embarcados en el Antarctic en Noviembre, pero ese y otro mes pasaron, y el estado actual del hielo y su comparación con el de días pasados, nos dan elementos para augurar por lo menos, otros 30 días de espera.

No sentimos un gran abatimiento, pero la duda que en todos los casos mortifica, cuando continúa por mucho tiempo, concluye por transformar hasta cierto punto del caracter del individuo; lo predispone a la inactividad, pues cuando ella recae sobre un punto principal que toque mas de cerca la vida, no se sabe que resolución tomar; lleno de vacilaciones, toma el único recurso que se le presenta--esperar.

Y la espera. ¿Se conoce algo mas mortificante que la espera? ¿Se conoce algún estado del espíritu peor, que cuando no se sabe si sucederá o no alguna cosa?

He pasado por esos instantes, bien largos por cierto y pienso que son mucho peores, mucho mas terribles, de tener la certeza de que lo peor tendrá lugar.

En fin, dentro de nuestra situación estamos contentos y gozando de los días mas cálidos que ofrece la Antártida; nos hallamos en el rigor del estío y sin embargo, la temperatura se mantiene más baja que la de fusión de hielo. 

 

(...)

 

Mes de julio

 

Julio fue un mes notable desde el punto de vista meteorológico, los primeros diez y siete días fueron fríos y los restantes tuvieron una media como de 10º más caliente preominando en la segunda quincena los vientos ecuatoriales. A fuerza de golpes uno se hace incrédulo, el exceptisismo es compañero de la duda, ¡cuántos proyectos hechos por nosotros en Setiembre, Octubre y Noviembre del año anterior fueron llevados por el viento! ¡Cuantas esperanzas fueron heladas apesar de haber sido concebidas con todo el calor de nuestros corazones! Por eso al ver ese tibio Julio, con sus vientos fuertes pero calientes porque venían de la región del sol y quizás también porque sus brisas venían saturadas de las arderosas lágrimas de más de una madre, capaces de fundir el hielo del mismísimo Polo, teníamios esperanzas, sí, porque es lo último que pierde el hombre, pero sin ilusiones; ellas habían desaparecido hace tiempo y aunque pensábamos en el futuro porque en él estaba encerrada nuestra suerte, para nosotros no existía mas realidad que la del presente, nadie intentaba descifrar el enigma del venidero.

 

José María Sobral, Dos años entre los hielos 1901-1903

 

Libro



                                                                     El Antarctic

                                                                  Iceberg
 


                                                                Antes de separarnos

 

                                                                Bodman con uno de los perros frente a la casa

 

                                                Defendiendo su nido

 

                                                                  La tierra de Graham

 


                                                                   Mapa de la región polar


1  Otto Nordenskjöld, Bodman, Jonassen, Åkerlundh, Ekelöf y el propio  José María Sobral