Entre los meridianos que se congregan en el Polo figura también el 180, el de la Línea Internacional del Tiempo. Y, por tanto, dando una vuelta completa a la bandera, tanto en el sentido de las agujas del reloj como a la inversa, me desplazo en segundos desde el hoy al ayer o al mañana. Para mí este 25 de enero, sábado, es un día histórico. Pero me excita ir al viernes, que, en realidad, pasé en la base de Byrd; o al domingo, que todavía no ha llegado. También supuse que, de esta forma tan viajera y wellsiana, podía afrontar mejor la temperatura glacial que me iba haciendo mella. Si era capaz de estar en «mañana», casi seguro que no me iba a morir congelado «hoy». Al menos, eso me aliviaba.
También es verdad que la propia fijación del Polo Sur geográfico no resulta tan fácil. La bandera de los Estados Unidos es solamente un símbolo. No es que el Polo Sur en sí se desplace, pero hay que efectuar frecuentes mediciones en un radio de diez metros y medio como mínimo. Porque al estar situado en el eje de rotación de la Tierra, a la posición exacta del Polo la pueden afectar fenómenos que ocurren en la superficie, tales como las mareas, el flujo de sedimentos de los grandes ríos, etc. Variaciones pequeñas, si se quiere, y que los geógrafos pueden precisar perfectamente con sus instrumentos. Yo únicamente siento la desazonante impresión de que estar en el Polo Sur es como estar en ninguna parte. Apenas me alejo un poco del eje, aunque sólo sea la nariz, y ya estoy en el norte. Ahora bien, haber estado allí es como haber estado en todo el mundo.
En ese instante fue cuando se me cruzó un sueño: ya no me quedaba, como viaje verdadero, más que ir a la Luna.
(...)
Pero no quiero dar más vueltas a estas cosas, sino disfrutar a fondo de la sensación de ser el primer periodista español enviado especial al Polo Sur, y acaso el primer español1 en haber tocado el fin del mundo.
—Siempre te queda la posibilidad de ser el primero en los otros Polos de la Antártida.
Moma, que sí ha sido el primer yugoslavo en pisar los noventa grados —o al menos eso me cuenta—, intenta de este modo tomarme un pelo que siento, por cierto, bastante crujiente bajo el pasamontañas de lana y laca pucha de piel.
Pero ya sé por dónde va Moma. Se refiere a que hay otros Polos, aparte del Polo Sur geográfico, el determinado por el punto donde el eje de rotación de la Tierra corta su superficie, y que sirve con su fijeza para definir el sistema de meridianos y paralelos a partir de los cuales se sitúan los demás puntos.
Tiene una enorme importancia, pero también hay que contar con el Polo geomagnético, que se utiliza para describir el campo magnético de la atmósfera que rodea la Tierra. Dicho campo es como si se produjera por un gigantesco imán, enterrado en el centro del globo, y que forma un ángulo de 115 grados con el eje de rotación. Se denominan Polos geomagnéticos los puntos donde emergen a la superficie los extremos de ese imán imaginario. Aquí, en el hemisferio sur, las coordenadas de ese punto son 78 grados y 30 minutos de latitud sur y 111 grados de longitud este. Ello significa que el Polo Sur geomagnético está situado en pleno corazón de la Antártida, muy cerca de donde los soviéticos tienen la base de Vostok desde octubre de 1957.
Luego está el Polo magnético, o, dicho de otro modo, el lugar a donde se llegaría siguiendo la brújula. Aunque sea algo difícil de entender que exista un lugar donde la brújula se niega a guiarte ya más y empieza a tomar una posición vertical.
A diferencia del Polo geomagnético, que es teórico, el Polo magnético es real, y está situado a los 70 grados de latitud sur y 148 grados de longitud este. Aproximadamente, se entiende, porque pese a ser real no es fijo: puede oscilar una decena de kilómetros al año. Ahí es donde los franceses han construido su base Charcot, en plena Tierra Adelaida.
Hay aún un cuarto Polo: el de la inaccesibilidad relativa, conquistado por los soviéticos en diciembre de 1958. La búsqueda de este Polo se debió a ese deseo que tienen las naciones de marcarse tantos y récords. Y por eso se imaginó que se podía señalar un punto, un Polo, que registrara la máxima inaccesibilidad desde las costas antárticas. Pero al mismo tiempo es un Polo relativo, porque si se puede llegar a él su inaccesibilidad se derrite. En fin, este Polo se encuentra junto a la base soviética de Sovietskaya, a 3710 metros de altura sobre el mar. Y, verdaderamente, su conquista resultó una ardua odisea que los soviéticos tuvieron que cumplir en dos etapas, por un total de 2110 kilómetros en las más atroces condiciones climáticas. Salieron de la base de Mirny, en la costa Wilkes; y los expedicionarios, tras recorrer mil cuatrocientos kilómetros con sus vehículos orugas, establecieron, el 15 de enero de 1958, la base Sovietskaya. Ahí tuvieron que afrontar una dura invernada, en la que el termómetro bajó a ochenta y ocho grados bajo cero. Hasta entonces, nunca —que se sepa— los habitantes de esta Tierra habían sufrido una temperatura semejante. Al iniciarse el verano austral, los soviéticos reemprendieron la marcha, otros espantosos ochocientos kilómetros, hasta llegar al Polus Nedostupnosti, ese lugar más apartado y más difícil de alcanzar desde el litoral antártico. Sus coordenadas son 82 grados y 6 minutos de latitud sur, y 54 grados y 58 minutos de longitud este.
Así que por Polos no queda. Pero yo, por el momento, estoy más que satisfecho por haber llegado sano y salvo al más clásico de los cuatro. Al más propio.
Luis Pancorbo, Enviado especial al Polo Sur
1 1962, el meteorólogo Luis Aldaz, fue el primer español en pisar el Polo Sur.