XXII
El misterio de la Base del Este
A escasos doscientos metros de la casa británica, se encuentra el abandonado campamento norteamerica no conocido con el nombre, un tanto ampuloso de "Base del Este".
Un amplio galpón de material ligero especialmente apropiado a la región y recubierto con lona impermeable, guarda aún vestigios de los miles y valiosísimos elementos con que contara. Aquí, a miles de kilómetros de sus tierras, un grupo de americanos, estableció en el año 1939 esta Base Meteorológica que contó con cuanta comodidad pueda imaginarse. Han pasado largos ocho años y a pesar del tiempo transcurrido, de los terribles vientos y de los grandes temporales de nieve, las construcciones se mantienen en buen estado, tanto exterior como interiormente y es posible darse cuenta en la forma que vivieron durante dos años, los veintitantos hombres, que componían la dotación.
Un desorden de huida, desde la entrada, muestra esparcidos aquí y allá, las más variadas y costosas especies. Tanques y trineos, tambores de fierro, maquinarias, cientos de cajones llenos y vacíos yacen semi enterrados en la nieve. En el interior la extensa construcción, cuenta con literas acondicionadas con altos y cómodos colchones; en estanterías y largas mesas, esparcidas por el suelo y en la más completa y heterogénea mezcla, miles y miles de todo cuanto existe de necesario para la vida humana. Conservas, cigarrillos, tabacos y bebidas; clavos y tornillos; planchas de diversos metales; alambres, discos y películas, se abrazan hermanables a costosos medicamentos y a variadas especies de vestir.
Más allá, herramientas y utensilios de cocina sobre valiosos libros y aparatos de radio muchos años enmudecidos. Todo, todo esparcido y mucho destrozado como si el ciclón hubiese danzado en su interior el más movido y feroz de los bailes. ¿Qué sucedió en la Base del Este? ¿Por qué fué abandonada de la noche a la mañana? Muchas son las historias y suposiciones que corrieron a! respecto periodistas, escritores y no pocos imaginativos, pero hasta el día de hoy ha quedado en el misterio la causa real y convincente de la fuga en Base del Este.
Algunos y no pocos, dicen que, cumplida ya la misión de estudio en la zona y obtenidas las experiencias climatéricas, una conocida expedición americana vino a buscar a los habitantes de Neny Fiord, pero que habiéndose formado prematuramente el "pack ice" a largas millas de la costa, fué imposible atracar el barco, motivo por el cual fué necesario evacuar rápidamente al personal en avión por temor de que continuara helándose el mar y dejara a todos encerrados y aislados. Esta habría sido la causa de que no hubo tiempo para retirar los valiosos elementos de la Base, como también que a los perros hubo necesidad de matarlos a tiros puesto que era imposible su transporte.
Otros, tal vez los más ilógicos, establecen que la expedición venida de los EE. UU. traía el personal necesario para relevar al de la Base, pero debido a que el tiempo, en ese Marzo de 1941 se presentaba excesivamente riguroso y debido también a la formación inicial del 'pack ice', optaron por retirar apresuradamente a los hombres sin dejar reemplazantes, abandonando además todos los elementos y enseres.
Y no faltan por supuesto, aquellos que dan un tinte más dramático a la aventura: Se perfilaba —dicen— en el transcurso de la Gran Guerra, la traición de una potencia oriental y los americanos en el convencimiento de que el terrible y futuro adversario asaltaría el territorio antartico para establecer allí poderosas bases y dominar la unión del Oriente con el Occidente, habría optado por retirar apresuradamente esta avanzada científica, con el propósito posterior de recuperarla con mayor eficiencia y efectivos.
Quizás cual de estas versiones tenga mayores visos de realidad, pero lo que es efectivo al contemplar los nombres y las fechas, los recuerdos allí dejados, las señales de vida y el desordenado abandono, es que produce un sentimiento de misterio, como si allí, en tan lejanas tierras hubiese sucedido una aventura de horror o la más espantosa de las tragedias.
Los protagonistas de esta aventura viven y si por rara casualidad alguno de ellos leyera estas líneas, quizás una irónica sonrisa asome a sus labios al constatar la irrealidad de ellas o por el contrario, una sombra de infinito terror ensombrezca su frente al traer a su memoria el relato escueto y simple de horas de tragedia vividas en las heladas regiones de la Antártida.
Raúl Silva Maturana, Antártida blanca